ADIÓS A LOS BARBIJOS

“La gente se quiere, pero insisten en no comprenderse, y se pelean, y entonces, de repente, dejan de ser una sola y misma persona.”
Adiós a las Armas.
Hemingway

sábado, 16 de abril de 2022 - 12:01

Por Sebastián Núñez

Un nuevo intento de final para la pandemia;  se ha decretado el final del uso obligatorio del barbijo en todos los espacios de nuestra ciudad.  Será entonces que el ícono del Covid-19 comenzará a desaparecer de nuestras imágenes cotidianas. El barbijo dejará de ser parte de nuestra rutina y de nuestro  horizonte. Ya no volveremos a la casa o al auto porque lo dejamos olvidado; su lugar volverá a ser ocupado por el extravió de billeteras, celulares, llaves y amores verdaderos. 

Resulta igualmente interesante que el término que usamos para nombrarlo en nuestra región  tiene la misma etimología que barba, en otros lugares del mundo  lo nombran como máscara. Ese bello facial que sirve para ocultar ciertos rasgos de la cara y que la cultura hipster reedite las barberías. Ahora, pero sin provenir de la misma raíz (gracias a la consulta que amablemente me respondió el Dr. Roméo César) pero por una asociación libre por su homofonía pienso en la palabra “Bárbaros”. Su origen es griego, y así eran llamados aquellos que habitan por fuera del territorio griego y que al oído de su idioma todo lo que decían estos extranjeros sonaba onopatopeyicamente como “Bar … bar … bar”. Es entonces que algo del affaire de los barbijos nos ubicó por fuera de la comprensión de su utilidad y función. Embriagandonos en la sensación general para con él  de ser un fastidio. ¡Y hasta de perdida de la libertad! Siempre y cuando comprendamos, erróneamente, que privación de la libertad e incomodidad son lo mismo. 

¿Cómo llegamos a convertirlo en un atentado a la libertad, y no en un salvavidas? 

Quizás el desprecio al barbijo puede ser homologable a otros objetos que cumplen con la función de salvar vidas, como lo ha sido el cinturón de seguridad o el preservativo. Algo de estos objetos, que se adhieren a nuestro cuerpo, y nos modifica el supuesto de lo que estamos haciendo. El cual suponemos que nos priva algo del goce que bien merecido tenemos. 

La diferencia quizás está en que hoy cuestionar el cinturón o los preservativos no resulta correcto, o al menos no ha sido explotado políticamente en aras de la libertad. Jugando con el malentendido para explotar lo que diferencia, y atizar los demonios del odio a fuerza de fake news y repetición.  

Como seá, todo el teatro del covid nos vuelve a mostrar que aunque hablemos el mismo idioma, seguimos sin entendernos. Todos somos Bárbaros del otro, con o sin barbijo. 

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