Betiana Blum llega a Comodoro con ”La Pipa de La Paz”: ”Ir al teatro es una posibilidad de distracción”

La actriz se presentará en el Teatro María Auxiliadora el próximo 15 de julio. ”Esta obra es una carcajada constante”, contó en LaCienPuntoUno.

martes, 5 de julio de 2022 - 8:01

Betiana Blum, protagonista junto a Sergio Surraco de la obra teatral “La Pipa de La Paz” que se presentará en Comodoro Rivadavia el viernes 15 de julio, pasó por los micrófonos de Tarde Para Miles por LaCienPuntoUno sobre lo que relata la obra.

“Es una obra de Alicia Muñoz, me hace acordar al autor de “Esperando la carroza”, porque tiene esa condición del humor que construye cosas desopilantes. La gente se ríe a carcajadas, pero es una obra que plantea cosas de reflexión con respecto a la paz”, dijo Betiana.

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Y agregó: “Es una posibilidad de distracción, el público ama el teatro y lo necesita. Esta obra es una carcajada constante”.

Por último, se refirió a su forma de trabajar y construir los personajes: “Agradezco a la vida haber nacido con sentido del humor. Esto me facilita porque puedo estar en las situaciones más terribles y una parte de mí está en otra parte y no quedarme en lo dramático”.

LA PIPA DE LA PAZ

“La pipa de la paz”, protagonizada por Betiana Blum y Sergio Surraco es una divertida y emotiva comedia, cuyo libro es de la dramaturga argentina Alicia Muñoz. Una obra de gran nivel narrativo y dramático donde se desnuda el alma de cada uno de estos seres tan reales, tan de hoy, tan característicos, que irradian humor, ternura, artes de manipulación y diversas formas de amar.

Felisa (Betiana Blum), es una adulta mayor que vive en soledad, en la antigua casa que compartió con Vicente, su esposo, fallecido hace seis años. Su única compañía son las cenizas que conserva en una especie de altar pagano y con las que dialoga constantemente. Está enemistada con Marina y Griselda, sus dos hijas mujeres, y mantiene contacto telefónico con Dani (Sergio Surraco), el único vástago varón que, tal vez por sensibilidad o culpa, atiende sus demandas y escucha sus quejas.

El problema es que él vive en Nueva York, donde trabaja para las Naciones Unidas, como mediador de un conflicto bélico en África y formó su propia familia al casarse con Carol.

El conflicto estallará cuando la madre, llamada telefónica mediante, le transmita preocupación y logre que él, de manera inmediata, regrese a Buenos Aires, creyendo que la señora tiene alguna enfermedad seria y requiere atención especial. El esmero de ese muchacho por recomponer el vínculo familiar con sus hermanas pondrá en juego su paciencia y tolerancia porque como dice la protagonista: “A un perro viejo no se le cambia la cucha”.

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