Ante el descreimiento en la justicia y su inacción en muchos casos, la sociedad encontró prácticas peligrosas que son cada vez más habituales: Los escraches y La Cancelación. El destierro social se convierte en la cárcel y el castigo.
domingo, 20 de febrero de 2022 - 8:47Por Virginia Navarro
Previo a interpelarnos, todos, por esta praxis en la búsqueda de justicia o ajusticiamiento, indaguemos en por qué llegamos a esto.
Hace tiempo que damos cuenta del peregrinar de las víctimas de violencia de género para radicar denuncias, lograr protección para ellas y sus familias y ni hablar que la justicia llegue con condenas ejemplificadoras. El descreimiento y las dudas sobre sus historias, la re victimización a sabiendas que el resultado no será el esperado, hicieron que la exposición pública, junto con las redes sociales salden esa deuda.
Pero en una sociedad que vive bajo un estado de derecho, con normas y sujetos que son considerados inocentes hasta que se demuestre lo contrario, corremos serios riesgos en estos procedimientos.
LA CULTURA DE LA CANCELACIÓN
Este efecto inesperado de las redes sociales se da cuando una persona o institución expresa una opinión que va en contra de las expectativas que otras tenían sobre ella y, como represalia, SON CANCELADAS.
Es imposible borrar del mundo lo que no nos gusta y el desafío es la convivencia con ideas diversas. Este fenómeno de una sociedad que se organiza para dejar a alguien por fuera del ámbito público o boicotear sus trabajos por decir o hacer algo considerado “incorrecto”, nos coloca en un estado de no saber quién será el próximo liquidado.
En algunos casos pueden ser nimiedades, pero en otros hay situaciones realmente graves.
Recordemos el caso de Samanta de Bake Off, un reality show de repostería. Aquí el canal que emitía el programa, con ayuda de las redes descubre que la joven había mentido con su experiencia laboral en el momento de completar el formulario de ingreso. La sociedad se indignó a tal punto que comenzaron a agraviarla y acosarla. Luego llega la decisión de la empresa de modificar el final mostrando en el último programa una especie de “ejecución pública”.
Samanta contó tiempo después que esto le generó ataques de pánico incluso pensar en el suicidio. Y es que un poco se trata de eso, de una muerte simbólica, la muerte del ser social.
El Lic. en psicología, Sebastián Núñez menciona que este tipo de hechos ya se daban en la Antigua Grecia y que la llamada “cultura de la cancelación” es una forma moderna de ostracismo o exclusión. En esa época la condena no era la muerte sino el destierro: “el ser humano es un ser social y el destierro es peor que la muerte”.
[Se llama ostracismo al aislamiento al que se somete a una persona que no resulta grata. En política se emplea cuando se aparta o se hace el vacío a un miembro del partido que ha perdido la confianza de este. La palabra viene del griego ostrakismos, que era como se llamaba la pena de destierro en la antigua Grecia. La ley de ostracismo fue decretada en Atenas en 510 a. C.
Las votaciones para decidir qué ciudadanos serían condenados se hacían al pie de una colina. Allí se arrojaban las piezas de barro defectuosas, que al romperse recordaban la forma irregular de una concha de ostra -ostrakon-. En ella se escribía el nombre de los futuros desterrados.
El exilio no era permanente y se extendía por unos 10 años. El exiliado, en tanto, no perdía sus derechos como ciudadano y podía ser perdonado por nueva votación de la asamblea]
Otro ejemplo es la cárcel, que en un principio ha tenido como castigo la reclusión prácticamente sin contacto con el afuera. Más adelante, se la piensa con un sentido de corregir y reformar, y hoy estar encarcelado ya no significa estar fuera de la comunidad.
Núñez señala que “con esta política de la cancelación lo que sucede es un prejuzgamiento absoluto, que puede aparecer por un rumor o un dato que se instala como verdad”, y que la gente refuerza con comentarios destructivos en redes. Porque estos medios no son para tibios, se opina y se condena, luego se verá si es verdad o no.
En tanto el psicólogo explica que: “Cuando se cancela es a personas, no a discursos. Y esos discursos se terminan reforzando cada vez más”.
EL CASO SUÁREZ
Sebastián Núñez pone como ejemplo lo ocurrido con la jueza penal de Comodoro Rivadavia Mariel Suárez y la polémica por su visita a un condenado en una alcaidía.
En su momento se presentó la noticia como: “Jueza a los besos con un preso” y más allá de que ella habló públicamente y negó que lo haya besado, los medios siguieron titulando de la misma manera sin importar el relato de la protagonista.
Conversamos con Suárez, quien habla de violencia de género digital. Y pone como ejemplo un diario web nacional de gran alcance y compara el tratamiento de su caso con otro reciente en el que el presidente de México, López Obrador denuncia a un periodista. En esta oportunidad, el medio, utiliza el potencial y el beneficio de la duda, algo que según la jueza local se da por ser colega y varón, muy distinto al trato que se tuvo con ella.
Mariel Suárez entiende que la prejuzgaron, violando el principio de inocencia, el derecho a la dignidad y el honor. Asimismo, esa violencia se reprodujo en su propio ámbito laboral, generando una afectación a su estado anímico con consecuencias que también sufrió su familia.
“La sociedad da por cierto lo que cuenta el periodismo. La mala información o desinformación es un delito. Pero quienes replican esa información en internet o le dan un like también tienen responsabilidad”, analiza al tiempo que nos cuenta que lo ocurrido es considerado un “caso Cero” porque no hay antecedentes. Y que en poco tiempo será expuesto en un Foro Internacional de DDHH.
EL PELIGRO DE LOS ESCRACHES
Laura Nogués Peralta es Defensora Pública con perspectiva de género, y nos explicaba que si bien hay diferencias entre la cancelación y los escraches, lo que tienen en común son la búsqueda de punitivismo, justicia por mano propia y condena social, pero que éstas pueden tener consecuencias indeseadas para quienes escrachan aún, cuando sean víctimas:
Es decir: Consecuencias penales, sociales y la exposición de niñas, niños y adolescentes.
“Ni siquiera la persona que escracha es consciente de lo que puede generar”, dice Nogués Peralta, agregando que hay normativa que protege la identidad de niñas, niños y adolescentes, y que con esas conductas se vulneran.
RAZONES POR LAS QUE NO SE DENUNCIA FORMALMENTE
La Defensora reconoce que la ausencia de denuncia puede estar relacionada con desconocimiento, desconfianza y descreimiento hacia la justicia. Además, menciona los obstáculos que tienen las víctimas en todo el proceso de la denuncia y que lo ideal sería tomar la decisión sabiendo cuáles son sus derechos, los caminos por los que deberá atravesar y cómo funciona el sistema de justicia.
Saber también que las prácticas de cancelación o escrache no son un camino que lleven a la finalidad que queremos, que es la eliminación de la violencia junto con el diálogo y la reflexión sobre estos temas que nos preocupan.
SIEMPRE ES MEJOR DENUNCIAR
La oficina de la defensa pública en Comodoro Rivadavia está ubicada en Sarmiento 453, allí se brinda información y acompañamiento. Las comisarías de la mujer también son receptoras de denuncias. Si se detecta un delito serán derivadas a fiscalía y sino a juzgados de familia donde se realizan los procesos civiles.
Siempre es mejor denunciar y hacerlo por los canales adecuados. Pero que hoy, esto, no sea hoy lo usual seguramente será responsabilidad de organismos e instituciones bastantes corridas de su rol, para decirlo claramente: ausentes.
En la actualidad podemos observar páginas de Facebook o comentarios en la red social twitter con denuncias de quienes no sólo exponen a otras personas, sino que se arriesgan a quedar pegadas en procesos penales. Incluso en el abordaje de la violencia de género, estas mujeres deberían recibir formación e información por parte de instituciones públicas, el contacto a través de la escuela podría ser una posibilidad.
Mayormente se trata de individuos que se criaron escuchando hablar de una justicia que llega tarde o nunca llega, pero el peligro de que estos métodos sean la única opción es que estamos todos expuestos. Porque habrá muchas de esas denuncias que logran ser consideradas a través de su publicidad obteniendo apoyo colectivo. En tanto el costo a pagar, además de la exposición de la vida privada, puede ser infinito y desconocido.
En otras situaciones, los hechos denunciados están relacionados, ni más ni menos, que con dichos y actos no aceptados socialmente que al hacerse públicos determinan la aniquilación de ese ser social.
Y ese libre albedrío para decir y delatar nos hace preguntar: ¿Quién puede ser el próximo cancelado?