Las fotos de Fabiola Yáñez, el reclamo de los referentes políticos de distintos espacios de derecha y la desolación del progresismo. Cómo desarmamos estrategias de comunicación política para ocuparnos de lo importante.
miércoles, 14 de agosto de 2024 - 8:00Por Pablo Riffo Torres
Hoy mi propuesta es que nos corramos un poco del escenario local y nos vayamos a ver la “macro” en la Comunicación Política. Y me robo esta terminología económica porque si, igual que en economía, cuando la macro se desordena los problemas de la micro se multiplican.
No vamos a profundizar mucho en el contexto, del que seguramente todos saben pero hacemos un breve repaso. Fabiola Yañez, ex pareja de Alberto Fernández, lo denunció por violencia de género. En pocos días la escalada de material probatorio de estas acusaciones cruzó el país e inundaron pantallas de televisión, redes sociales, portales, etc., nos referimos a las fotos de Fabiola visiblemente golpeada, presumiblemente por la violencia ejercida por el expresidente.
No fue lo único que trascendió. Pocas horas después apareció un video, en este caso de la periodista Tamara Pettinato en el despacho presidencial de la Casa Rosada bebiendo cerveza y respondiendo a los pedidos del presidente a que le dijera “algo lindo”, mientras ella tomaba una cerveza.
Necesaria me parece aclarar: Pettinato no estaba cometiendo ningún acto ilícito ni de índole sexual en estas imágenes (fueron dos los videos que circularon por las redes con contenidos similares). De hecho, según relató luego en sus redes sociales, las imágenes fueron tomadas luego de las restricciones de circulación promovidas durante la pandemia.
Esa noche La Nación+ luego de dar a conocer el material sentó al legislador porteño Ramiro Marra; a la diputada de la provincia de Santa Fe, Amalia Granata y luego a la diputada nacional Lilia Lemoine para opinar acerca del material que se estaba conociendo en ese momento.
Indignación. Esto es lo que quisieron vender y lo que consiguieron (con la ayuda de Alberto Fernández, claramente). Las discusiones al respecto cruzaron todas las esferas: dentro del feminismo, dentro del peronismo, la sociedad, los memes. No hubo nadie que no estuviera comentando lo que pasaba.
La estrategia de divulgar videos “polémicos”, (el entrecomillado es porque la polémica es, a mi entender, cuestionable) en el momento en el que se conocían las novedades de la causa por violencia de género con material explícito (las fotos de Fabiola), promovieron el caldo de cultivo adecuado para la oleada de reclamos de carácter político del gobierno y sus aliados para terminar de rematar la figura del expresidente y lo que su mandato representaba.
Aprovechar el desprestigio moral de una figura de tanta relevancia como un expresidente es una práctica habitual. El diferencial lo hace la indignación. La indignación social, el enojo servido en la interpretación de los hechos consigue habilitar muchas veces permisos a la clase política gobernante que en otros contextos requerirían un trabajo más profundo.
Hay un segundo escenario de análisis al que es necesario recurrir en este contexto. La batalla cultural perdida luego de la pandemia terminó por habilitar el triunfo de Javier Milei en las elecciones del 2023.
El hartazgo de una sociedad que en 8 años no pudo concretar ninguna mejora sustancial en su calidad de vida (por lo menos, desde 2015 la fecha) y donde el último gobierno peronista no supo resolver las necesidades básicas de los argentinos y argentinas.
El avance en materia de género, -las primeras en ser cuestionadas luego de que el mismo Alberto sea el presumiblemente el victimario de una mujer-, son las primeras en ser golpeadas. Pero no son las únicas: también en lo que involucra al colectivo LGBTIQA+ y las políticas de Derechos Humanos. Responsables, para una gran parte de la sociedad, de las problemáticas más importantes de la Argentina.
Los hechos de las últimas semanas permitieron reavivar el fuego de la batalla cultural y la indignación termina convirtiéndose en un aliciente para las problemáticas de fondo que enfrenta la Argentina. Es decir, más tiempo de tolerancia para el actual presidente por parte de un sector importante de la sociedad, incluso de parte de sectores absolutamente opuestos al gobierno de La Libertad Avanza.
Una fórmula similar a la de gobierno de la entonces alianza Frente de Todos pero en camino opuesto. Y la diferencia central radica en que, todo el recorrido que gobiernos más de corte progresista avanzaron se puede desandar.
Para algunos peronistas más conservadores, esta alianza con el progresismo nunca fue del todo bien vista. Actualmente un sector del Peronismo encabezado por Guillermo Moreno despotrica sobre el aborto y el matrimonio igualitario quizás en una estrategia de atraer a un sector conservador decepcionado por los magros resultados económicos del gobierno de Milei.
Del otro lado, el feminismo y muchos aliados de sectores más progresistas, se rasgan las vestiduras por la traición del Capitán Beto descubierto en su violencia machista. Ni los unos ni los otros parecieran estar pudiendo resolver una salida viable dentro del movimiento fundado por Juan Domingo que carece de conducción en un momento tan delicado como el que atravesamos.
Obviamente esta fórmula de la indignación se reproduce en todos los niveles. Sin ir más lejos el PRO tiene aceitado su alegato en redes sociales cada vez que la lluvia desborda las calles comodorenses y reniega, desde 2017, de los sucesivos gobiernos peronistas que gobernaron la ciudad.
¿Cuál es la propuesta? Esquivar el mainstream y no perder en foco de los reclamos pertinentes que la política tiene la obligación de resolver. Los alarmantes índices de pobreza, la pérdida del empleo, del poder adquisitivo y el empuje constante e irreversible hacia la indigencia de los sectores más vulnerados como consecuencia del plan de Gobierno que encara la Libertad Avanza.
¿Es posible con la hegemonía de las redes sociales y los medios masivos de comunicación? Quizás es hora de volver a la discusión política, el “cara a cara” y la reflexión concienzuda frente a las necesidades del otro u otra no virtual.