ESA TORPE INTENSIDAD

Borges nos decía que el alma es una torpe intensidad y la pregunta que cabe es si ¿somos un alma o tenemos un alma?

sábado, 18 de junio de 2022 - 9:40

Por Sebastián Núñez

 

Los griegos llamaban psique a lo que hoy conocemos como alma, pero  también, esa palabra significaba aliento y respirar. Es desde esta etimología que el alma nos parece esa cosa incorpórea que flota cuando se escapa del cuerpo. La psique puede ser pensado como lo que está más allá del funcionamiento de nuestro cuerpo, de nuestra carne. El término psicología no significaría otra cosa que el estudio del alma, es decir, el estudio de los fenómenos, las conductas y las acciones que no se pueden reducir al epifenómeno de un órgano funcionando.

Creo que definir al alma como una torpe intensidad habla del filósofo y del psicólogo que era Borges, y lo era sin saberlo que lo era. Cuando habla de torpeza habla de la poca claridad, de la poca dirección, la poca justificación que muchas veces tenemos ante nuestras ideas o actos. Pocos pueden establecer que tienen la plena justificación de cada acción que emprenden, cada decisión que toman, muchas de las cuales permanecen ocultas o son inexplicables, o el ensayar teorías muy a posteriori, después que la acción, el acto se ha ejecutado.

Lo psíquico no deja de ser ese intento de poder historizar las propias fallas que están en los actos y las acciones que un sujeto emprende. En todo lo que hacemos siempre existe un resto que permanece opaco a cualquier intento de clarificar plenamente las cosas que hicimos. Resulta igualmente importante no desresponsabilizar de las decisiones que tomamos tras los actos, no se trata de justificar lo que se hizo en un “no sabía lo que hacía”, sino por el contrario; un psicoanálisis, que se lleva hasta el final, intenta reducir esa opacidad al máximo, intenta que un sujeto pueda hacerse cargo del hacer con su resto. A este resto, que también podemos llamar deseo, el intento esta pueda pensar la estancia que mantiene con él en cada idea, en cada acción, en cada decisión que tomó con su vida.

El siguiente punto, con el cual Borges caracteriza al alma es la intensidad, una intensidad que se mueve en la misma línea con la brevedad de la existencia. A lo fugaz de la vida que nos toca, que es algo que pasa, que nada permanece y que todo suele cambiar mucho más rápido de lo que nos podemos adaptar. Entonces el alma, este lugar, este espacio, este programa (por decirlo de alguna manera) que se encuentra más allá de cualquier reduccionismo biológico, y que y que sus acciones tienen una porción de opacidad torpe y fugaz.

Ahora, si esto que somos, esto que nos constituye, esto que nos acompañaría día a día sin siquiera notarlo ¿qué es lo que somos?

Lo que somos es justamente eso que permanece como resto, como núcleo inalterable. Como eso que no cambia a pesar de que todo cambie. Es quizás aquí que hablando del alma podemos encontrar la definición de amor o una de ellas. Al menos una de las vertientes del amor: es eso que se hace a pesar de los vaivenes, a pesar de las ausencias, las tragedias y el tiempo, el amor es eso que permanece allí inalterable, y que por más que nosotros quisiéramos extinguirlo, o sembrarlo, es algo que escapa a esta voluntariedad.

Uno puede elegir con quien estar, pueda saber de sus gustos, pero no puede elegir cuando el amor lo atraviesa, cuando el alma comienza a dejar de repetir lo que estaba en su programa y empieza encontrarse con lo nuevo. Que aún es igual de opaco que esa otra parte se repetía. La diferencia con esto último es que el amor permite una novedad, permite hacer con ese resto, es decir permite hacer con el deseo algo que trasciende la repetición caótica y sin sentido que muchas veces resulta en el sentimiento trágico que es vivir.

Orizon
Musters Vinoteca