¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!” Hacia decir Shakespeare al malvado Rey Ricardo III al final de su vida.
sábado, 24 de septiembre de 2022 - 12:01Dar todo por algo que no pareciera valerlo se ha trasladado a las figuritas del mundial futbol 2022. Si bien el valor de las cosas se ha desprendido del valor del uso, desde hace décadas que vivimos en un mundo donde ese precio dispuesto a pagar está teñido por el deseo y no por la necesidad.
El fenómeno de las figuritas del mundial tiene algo de inaudito. Pero primero tenemos que entender como en la hipermodernidad, el fenómeno del consumo debe desconocer cualquier tipo de límites. En formas de la universalización y del postular todos somos consumidores será que ningún consumo, a priori, hoy puede estar segmentado, además de estar empujados a consumir, es decir no solamente podemos consumir todo lo que queramos, sino que deberíamos consumirlo todo. Así es como hoy el coleccionar las figuritas y completar el álbum ya no pertenece a niños (varones) en edad escolar. Este consumo que antes era exclusivo y estaba determinado para un cierto sector de la población se extiende primero a todos los géneros, y luego a todas las edades. Fue un adulto universitario el primero en mostrar orgulloso que ha podido completar el álbum, honor que nos depara más que 15 minutos de fama en una red social.
La escasez en un objeto de deseo masivo multiplicará la demanda; objeto que además tiene fecha de vencimiento con los tiempos que se jugará el mundial, es decir en enero o febrero del 2023 poco interés deparará este tema.
Ahora bien, entendiendo por un lado esta masificación del consumo, la disolución de las barreras sociales y de género por obtener este objeto, se suma a un fenómeno interesante que no había existido antes.
Los álbumes de figuritas son antiguos, no vamos hacer la historia de los mismos, pero si ha sido parte de nuestras infancias, generalmente completar ese álbum tenía que ver con intercambiarlo con otro bien, un juguete generalmente. En lo referido a los álbumes de fútbol era obtener la famosa pelota de cuero número cinco. La cual, todo kiosquero de barrio prometía entregar a cambio de un álbum completo. Y tras ese premio iban los varones, y sabiendo que teníamos la imposibilidad de recursos económicos infinitos para comprar los paquetes, y compartiendo esa forma de pobreza, era que se daban dos sistemas de intercambio distintos, una forma colaborativa, en donde el dinero no entraba entre los particulares, solo se podía comprar las “figus” al kiosquero, comprando a sobre cerrado, es decir, uno no sabía del todo que era lo que compraba, la satisfacción no era garantizada, sino como ilusión. El azar entraba en juego, y luego las formas colaborativas o competitivas con los compañeros. Así nos encontrábamos con el “cambio de figus”, esa actividad que no podíamos considerar una forma de juego y consistía en que el compañero mostrara todas sus figuritas, y separando aquellas que podía necesitar el otro y repitiendo tal acción con el “toco” del compañero. Una vez establecidas las figuritas que eran deseadas por el otro se procedía al intercambio 1 × 1. “Late, late, nola, late, nola” era el código para reducir el deseo a una demanda especifica.
La otra forma de obtener figuritas era por juegos similares a las apuestas, donde podían estar el “espejito”, “la tapadita” y la “vuelta”. Todo juego era de destreza e implicaba poner en el pozo común las figuritas, a medida que el juego avanzaba, el premio subía, y solo uno se hacía con el botín. Éstas formas de intercambio si bien estaban dentro de un sistema capitalista, escapaban en algo a eso, implicaban un acto lúdico, de destreza o un intercambio similar al trueque y de cooperación.
Hoy estos sistemas si bien no desaparecieron presentan una forma muy novedosa, y la mayor forma de cambio de figuritas ya no se realizan el formato trueque sino directamente en la compra y venta. Donde el compañero no intercambia, sino que se adquiere en valores que van desde los $50 a los $200 dependiendo, claro está, con relación al deseo sobre una figurita específica (por ejemplo la figurita de Messi) se establece. Es decir, la inmediatez ante la figurita que falta es zanjada rápidamente pagando por ella.
Este sistema de compra y venta en billete dejaría de ser sólo una cosa de chicos, hay adultos (muchos padres y madres procura este formato) que siguen el mismo sistema, además de que se han establecido las vías comerciales propias de un sistema segregativos de consumo; es así como hoy los arbolitos de la calle Lavalle ofrecen dólares y paquetes de figuritas que escasean en los comercios tradicionales. O asociaciones de kiosqueros buscando formas de organizarse a fin de poder venderlos como siempre lo han hecho.
Creo que estas novedades de la época no se tratan de un sistema aleatorio o de simples anécdotas, se sabe que el valor de la cosa hoy se sostiene explotando la evanescencia del Deseo, y la exclusividad del bien consumido, objeto que se disolverá una vez completado el álbum y seguramente mucho antes del inicio del mundial.
Sin embargo, las formas de segregación, de consumo masivo y de impulsividad seguirán primando.
Quizás pueda haber otras formas de dar todo a cambio de nada o desde la misma nada o entre sus restos sin valor el lograr algo, a veces parecido al amor. Que es el único bien que se sigue resistiendo a las formas de compra y venta.
Lic. Sebastián Núñez – Psicólogo MP:0596