Abogado laboralista, especialista en negociación colectiva. Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia. Autor de varios libros y Publicaciones. Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut.
Por: Sergio Marcelo Mammarelli*
La frase del título no me pertenece. Fue la respuesta del Presidente Lula a Milei. Lo del premio Nobel, fue ocurrencia del propio Presidente, aunque me parezca lejos de que ocurra. Lo que esperamos todos los argentinos es que solo nos gobiernen bien.
En el mundo de los simples mortales como mi caso, que analizo la vida política pero no vivo de ella, de a poco se va produciendo un sutil cambio en el humor social. Como dice Guillermo Oliveto, en dos brillantes artículos de la semana pasada. Ese cambio de humor no alcanza todavía a alterar la percepción que tienen los ciudadanos sobre la situación del país y del gobierno, ni tampoco surge nítidamente en las principales encuestas. Sin embargo, nos advierte Oliveto, “si durante los últimos seis meses el clima de época dominante fue la “recesión con ilusión”, podríamos estar entrando en una nueva etapa: “fragilidad con ansiedad”. Cuando lo escuché y lo leí hace unas semanas, sentí que me estaba describiendo a mi como a tantos argentinos que votamos a este Gobierno. Hasta hace poco tiempo el sentimiento que me dominaba era la ilusión y hace rato que lo que me consume es la ansiedad.
Este cambio sentimental, lo percibo incluso en aquellos economistas que están mirando muy de cerca esta caída de la actividad económica, caída del consumo, de la producción y de las ventas. Esa misma percepción se le nota al Fondo Monetario Internacional (FMI) por más que la respuesta de Milei sea enojarse y atacarlo por no aceptar sus caprichos de entrada.
Me comienza a preocupar que la magia de derrotar a la inflación no solo no tiene nada de magia, sino que ella misma es la causante de un claro cambio de agenda, que incluso hasta trascienda a la gestión de Caputo en el Ministerio de Economía. Ya muchos preguntan si el mejor Ministro de Economía de la historia argentina sabrá de economía para lo que viene o solo será un excelente financista para lo que pasó. ¿No será que, sin querer el mismo Caputo, comenzó a dejar un campo minado en los meses siguientes signado paradójicamente por los logros obtenidos en forma sorprendente y en tan poco tiempo, que no alcanzamos a ver los intrínsecos dilemas que plantearon las medidas dispuestas hasta ahora? Lamentablemente, lo que a nosotros nos cuesta visualizar con claridad, no les sucede a los mercados que rápidamente comenzaron a reaccionar.
Ya nadie duda que el punto crítico del Gobierno es la recesión, con una actividad económica que lejos de percibir los beneficios de la baja de la inflación ha producido los efectos contrarios. Así lo delatan las frías estadísticas: 5,1 puntos de caída del PBI en el primer trimestre y desplome del 7,8 por ciento del consumo privado en lo que va del año, con un desempleo que llegó al 7,7 por ciento y que algunos en el conurbano lo ubican a una décima de los dos dígitos -9,9%-. Economistas tranquilos como Alfonso Prat-Gay, hablan de “hiper-recesión” agregando que puede haber hiper-recesiones tan difíciles y preocupantes como las de la hiperinflación. Nadie puede calificar a Prat Gay como perteneciente a la “inmunda casta”.
Tampoco ningún economista, preocupado por la denominada macro, duda que el principal problema en adelante es la situación cambiaria y monetaria, como ¿cuánto valen los pesos?, refiriéndose a la tasa de interés o como ¿cuánto valen los pesos en relación con el dólar? y ¿cuánto valdrá el dólar de acá en adelante? Esta semana, el equipo económico lanzó una segunda etapa para su plan económico que podríamos denominar “emisión cero”, consigna que sucede a “no hay plata”. La respuesta de los mercados lejos de tranquilizarse se recalentó, frente a explicaciones que parecieron insuficientes y que concluyeron con una inquietante suba del dólar en todas sus versiones y la ampliación de la brecha cambiaria entre aquellos y el oficial, que se acerca al 60%. Pareciera que los verdaderos dilemas no fueron despejados: una es la discusión sobre si hay o no atraso cambiario y el capricho en seguir aferrándose a la “tablita” que permite devaluar el peso a un ritmo de solo el 2% por mes.
En esa preocupación no solo están los economistas, sino también el FMI y la mayor parte de los sectores económicos y productivos de la Argentina. Demasiada incertidumbre para que alguien tome decisiones encaminadas a superar la recesión, ¿no? ¿Alguien se animaría a poner un Kiosco en Argentina hoy? Por qué motivo un productor agropecuario tendría que vender su producción en dólares, a un tipo de cambio 60% retrasado con el dólar libre salvo que no sea por estado de necesidad?
Siempre vuelvo a mi reducto personal y me pregunto: ¿Si todos están inmensamente preocupados, que hago yo confiando que todo va a salir bien? Por ese motivo, para decirlo en términos modernos a los que nos tiene acostumbrados el Presidente economista: La “micro” no perdona y nos está matando a todos despacito. ¡Para explicárselo al Presidente en términos científicos que a él le gustan tanto! Los simples mortales como nosotros no entendemos ni nos importan las estadísticas macroeconómicas. Nosotros somos simplemente seres microeconómicos por más que hagamos esfuerzos para entender los problemas macro de nuestro querido país o interpretar las difíciles explicaciones presidenciales sobre economía. De lo único que entendemos bárbaro, es lo que nos sucede día a día en la vida personal, en la calle, en el negocio, en nuestra pyme o el peligro de perder nuestro laburo o peor aún, no poder pagar el gas, la luz, el transporte, el colegio del pibe o quedar en la calle por no pagar el alquiler.
Necesitamos urgente que Milei, como dice Lula, abandone esa loca idea de querer gobernar el mundo y venga a acá a hacerse cargo de nuestros quilombos cotidianos. El peor fantasma de la clase media es el que está precisamente ocurriendo en todos los hogares. Se llama técnicamente “movilidad descendente”. En criollo, cada uno de nosotros está descendiendo en la estructura social. Precisamente de ahí viene esa frase fantasmagórica de que la “micro no te perdona”. Todos los días aquellos que se perciben dentro de la inmensa clase media argentina, que nos abarca a casi todos, vivimos el espantoso fantasma de la caída, que se concreta en decisiones personales o familiares muy pero muy traumáticas y que comienzan a afectar nuestra psiquis personal, la convivencia familiar y de a poco invaden la colectiva. Los ejemplos abundan, pero solo pensemos en cambiar a los hijos de escuela, dejar la prepaga, vender el auto, mudarse de casa o desprenderse de un bien. El extremo llega a nuestro ánimo, cuando esa pérdida se transforma en conciencia de descenso económico y social y pérdida de clase. Para ser extremadamente crudo. Casi todos los argentinos, si nos preguntan nuestra ubicación social, prácticamente todos respondemos rápidamente, de clase media, más allá de nuestra ubicación real conforme a nuestros ingresos. Muchachos, para entender, ser clase media es en todos los casos un status aspiracional para todos los argentinos de bien.
No pretendo aburrir con encuestas, pero la encuesta nacional de abril de Pulso Research (2014 casos) indicaba que el 87% veía una situación económica del país que era mala o muy mala; el 70% juzgaba del mismo modo su situación personal; el 62% decía que en su hogar no alcanzaba el dinero; el 77%, que había resignado consumos, y el 52%, que conocía a alguien que había perdido el trabajo en el último mes. Oliveto nos refrescaba al mismo tiempo frases como “No veo el cambio todavía. La veo difícil. Tengo incertidumbre todos los días” o “no tengo certezas de lo que puede llegar a pasar. De un día para el otro pueden cambiar las cosas”. O incluso las más optimistas: “Esperanza tengo. Sé que va a mejorar, el problema es el ahora. A mí me asusta un poco”. Todas estas frases que en su conjunto son cosa de todos los días podrían tranquilamente transformarse en la letra de un tango.
No pretendo ni por un instante dejar de advertir que la ilusión está, se mantiene y todavía es mayoritaria, pero la fragilidad que comienza a rodear esa ilusión nos produce una inmensa ansiedad.
Los que vivimos la brutal recesión del 2002, sabemos de su magnitud y la estamos repitiendo hoy en forma similar. La única diferencia es que esta vez la sociedad tiene un estoicismo admirable que muchos no pueden explicar. Sin embargo, ¡ojo con la paciencia!
Hoy el Gobierno ya tiene su Ley Bases y su paquete fiscal, aunque ya nadie se acuerda o interesa. Milei ahora está obligado a demostrar su aptitud para utilizar esa ley y conseguir el paraíso prometido en nuestro querido país. Es cierto que la ley perdió dos tercios del proyecto original luego de fatídicos seis meses de torpezas políticas e ineficiencia gubernamental, pero eso no es excusa.
¿Qué quedó de aquella amenaza de gobernar sin ley, de apelar al plebiscito, de no negociar jamás con la casta inmunda? Pareciera que pasaron años de semejante estupidez. Por fin, Milei aprendió y se sometió a la Constitución y también aprendió la difícil lección que los partidos políticos son importantes. Tan importantes, que su hermana está obsesionada con formar uno para el 2025.
Milei deberá ahora aprovechar otro dato no menor que lo favorece. La fragmentación de la oposición que está en términos generales en su peor momento. Nadie sabe qué es el Peronismo en una situación de anarquía nunca vista. Un Radicalismo que regresó a la terapia intensiva como en el 2001 y un Pro que regresó casi al estatus de partido vecinal capitalino, con una Coalición Cívica que volvió a ser la conciencia moral y cívica de la república sin ningún adherente. Pero ojo que esas buenas noticias se acaban para las elecciones de medio término en 2025, allí todo cambiará. Las elecciones de medio término no son una elección unificada, sino por distritos para elegir legisladores. Serán 24 elecciones diferentes, con candidatos distintos, teñidos del localismo de sus gobernadores y de sus candidatos. Tampoco podemos dejar de advertir que el Peronismo gobierna las dos provincias más grandes y pobladas de la Argentina. Kicillof en Buenos Aires y Llaryora en Córdoba. Tampoco podemos dejar de observar cómo Milei seduce a los gobernadores del norte y la Patagonia, sin advertir que en su mayoría son “caudillos peronistas” afianzando sus liderazgos regionales. Todo esto, conspira contra lo que está haciendo Karina, que, asesorada por un apellido que sabe de partidos políticos, los “Menem”, tiene claro que su única oportunidad para el 2025 es que la elección se unifique en la búsqueda de un plebiscito del gobierno de su hermano. Para ello necesita un partido fuerte con candidatos propios en los 24 distritos electorales.
En fin, hoy tenemos un Milei que quedó al desnudo. Deja de tener el pretexto que la casta no lo deja gobernar sin nubarrones opositores que puedan unificarse en su contra. Será por eso por lo que ahora su enemigo es el Fondo Monetario Internacional, junto a casi todos los mandatarios de nuestro continente, muchísimos periodistas y también la mayor parte de los economistas que hasta ayer eran sus asesores, compañeros de ruta o prestigiosos colegas que respetar.
Vale la pena preguntarse por qué Milei elige la confrontación permanente como forma de gobierno. ¿Será por rating o para intentar sacarnos de foco frente a la impaciencia de los mercados? Muchísimo cuidado con esto, porque la lógica de “Sumisión o pelea” puede durar un tiempo. Cuando todos se le animen a la vez quedará en completa soledad. Lo que si tenemos claro es que Milei descalifica, de muy mala forma, cualquier actitud, opinión o comentario que no coincida con su diagnóstico económico. Sin embargo, ya muchos se le atreven. Primero el Fondo Monetario Internacional que recientemente subrayó la imperiosa necesidad de ampliar la sustentación política del Gobierno. Le siguió días atrás, con un documento difundido por el PRO, firmado por el nuevo flamante titular del partido Mauricio Macri junto a la titular de la Fundación Pensar, María Eugenia Vidal. La frase que pareció inadvertida es bastante fuerte: “Hay más interrogantes que certezas”, en el balance de los primeros seis meses, que así lanzó su principal partido opositor aliado del Gobierno que tuvo participación decisiva en la aprobación de la Ley Bases y paquete fiscal. En el fondo, el organismo internacional, como el Pro, al igual que la mayor parte de la oposición aliada y economistas advierten que los logros del Gobierno -equilibrio fiscal e inflación- son endebles y están agarrados de los pelos, por más que Milei intente concederles un sentido épico a los mismos. Hoy nadie se come esa curva como le gusta decir al propio Presidente.
Ese disgusto presidencial lo llevó en los últimos días a descalificar a cualquier economista que tuviera una mirada distinta. Así pasó con Ricardo López Murphy, contra su examigo Carlos Rodríguez, del CEMA, contra Domingo Cavallo, Roberto Cachanosky, Miguel Angel Broda y Carlos Melconian. Si sigue así, está a un paso de discutir con el mismo Caputo o incluso con el profesor Espert o el mismísimo Federico Sturzenegger. Fuera de la broma, lo que si es muy serio es que el Presidente debe abandonar la idea de que gobernar es buscar un enemigo común y como dice Lula deje de querer gobernar el planeta y venga acá que los quilombos nos están tapando.
Esta semana escuché a Pagni hablando de una interesante conclusión extraída de la psicología. “Si tenés mucha pobreza durante mucho tiempo, fíjate bien porque sos muy bueno generando pobreza”. Lo mismo le diría a Milei con la recesión, si se sigue prolongando mucho tiempo más.
La capacidad de gobernar no es otra cosa que la asociación del mundo del pensamiento y el de los hechos. Esa trayectoria es la clave del éxito. Ojalá Milei pueda superar algo que le fascina: El dogma del pensamiento. Sería un problema para todos los argentinos si el Presidente se queda en el infinito irrealizable de la teoría porque esta vez nos va la vida.
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