Bien, ahora que tengo su atención, hablemos de Pornografía
sábado, 8 de octubre de 2022 - 12:01
Por Sebastián Núñez
Esta semana, Lourdes Gudiño, nos trajo la noticia de una investigación que habían realizado referida a la motivación implícita en el consumo de la pornografía. La nota, que referenciaba una investigación, concluía que el consumo de pornografía estaba íntimamente relacionado con el aburrimiento; así como con la falta de un sentido de la vida. Quizás esto no depare novedad alguna, pero nos abre una pregunta ¿cómo es que se consume la pornografía?
Es algo olvidado, acallado, en los sótanos del saber, el pensar el desarrollo del Internet y su paralelismo, el consumo de la pornografía. Es La red de redes que logra un cambio en las formas en que la pornografía es consumida. No es ninguna novedad que la pornografía antecede al Internet; es más, su etimología tiene que ver con una escritura prohibida. Desde la época en que la humanidad no tenía formas de capturar imágenes y el sexo del otro se podía espiar solamente a través de las letras de la escritura.
Las artes plásticas han mostrado desnudos y escenas sexuales, las cuales en alguna época se las han considerado pornográficas, es decir, prohibidas de reproducir. Aquí se nos relanza otra pregunta ¿cómo es que el arte puede mostrar cuerpos o escenas sexuales y no ser considerado pornográficas? O mejor dicho ¿qué diferencia el porno del arte?
La fotografía y el cine comenzaron a transformar la captura de imágenes sexuales en una masividad. A medida que los dispositivos que posibilitan capturar esas escenas han aumentado, mayor ha sido el público que las consume. Llegando a la época de la pantalla generalizada, donde cualquier (o toda escena) de sexo puede ser grabada y masificada, con o sin la voluntad de los amantes retratados.
No es lo mismo sexualidad que el sexo, el sexo es una de las formas de la sexualidad; si entendemos que la sexualidad son las diferentes formas en las que los seres humanos encontramos el disfrute y el placer, generalmente con nuestro cuerpo de por medio. La relación de los cuerpos y las formas de obtener placer ha pasado por diferentes períodos de mayor libertad o de menor libertad, de la época victoriana al posporno de hace unos años.
Aunque los tiempos cambiaron y se relajaron las prohibiciones sobre el contenido sexual, la pornografía resulta de esas industrias en donde la oferta y la demanda no guardan la inversión de proporcionalidad; es decir, que más oferta hace obtener una mayor demanda o, que es lo mismo, que mientras más demanda haya, más oferta se genera.
Un estudio realizado por Flacso (1) nos informaba que en Argentina un 80% de la población consumía pornografía y, que ese porcentaje, un 93% eran hombres y un 71% eran mujeres. La investigación también nos muestra que los consumos pasan, principalmente, en la privacidad y soledad, y no parecía que es la pornografía un fin a tener con un partener sexual. Está en la pornografía la búsqueda de un otro cuerpo, para rescindir de un otro cuerpo.
Ahora bien ¿Por qué sigue siendo la pornografía, en las diversas formas que ha tomado en la hipermodernidad, algo que exige su búsqueda? El punto más interesante del estudio de Flacso es notar como el incremento de búsquedas de pornografía en Internet ha sido en un permanente crecimiento, y muy por encima de los otros temas de búsqueda. Solamente superados por el mundial de fútbol en las épocas en que éste se juega.
Quizás la primera reflexión que nos llega, y es uno de los puntos que ha descubierto el psicoanálisis, es el hallazgo que algo de la sexualidad resulta un imposible, por más práctica, por más ejercicio, por más acumulación de conocimiento o especialización se tenga con el sexo, siempre habrá algo de la sexualidad que resulta insondable a la vez que inefable. El vacío sobre el otro sexo (y es aquí donde el otro sexo resulta otro más allá de compartir o no el mismo género sexual) resulta en el motor de búsqueda, que la vez, es análogo al motor de búsqueda de las páginas de Internet. Es la pregunta por como el otro goza, y como algo de ese otro goce puede echar un poco de luz sobre el desconocimiento propio de las formas del disfrute.
A esta pulsión epistemofílica, como hemos llamado desde el psicoanálisis, conforma uno de los principales motores, si no el principal, que puja por la búsqueda de un saber de lo propio en lo ajeno y en el envés de ese lazo social. Lo que la época ha sabido marcar nuevamente es constituir ese empuje, ese movimiento, esa búsqueda, en algo a comercializar. Vía un algoritmo al cual el consumo particular de cada ser humano encalla. En la búsqueda de cada persona de ser su propio emprendedor o emprendedora de la industria de los cuerpos, del velo y del placer. Donde hoy el ser empresario de uno mismo recae en las páginas del Only Fans.