¡QUE LINDO ES SER ARGENTINO!

En el Día del Periodista recuerdo una nota que me generó mucho placer realizar. Fue el 25 de Mayo de 1989 en Aldea Beleiro, trabajando en diario Crónica. Plena hiperinflación y a semanas de la renuncia de Raúl Alfonsín como Presidente.

jueves, 9 de junio de 2022 - 12:01

Por Luis Luján Dancheff

La columna de hoy será autoreferencial y relacionada con la celebración del Día del Periodista el pasado martes 7 de junio. Reeditaré una nota realizada en el diario Crónica el 28 de mayo de 1989, a semanas de la salida anticipada del presidente Raúl Alfonsín, que sería sucedido por Carlos Menem -ganador de las elecciones del 14 de mayo de ese año- el 8 de julio, 5 meses antes del fin del mandato de Alfonsín.

¿Cuál era el escenario político y económico en esos días? Se los sintetizo en una sola palabra: atroz.

Tras las elecciones, la situación económica argentina no se calmó sino que empeoró, pasando de la recesión a la hiperinflación, con un brusco aumento del 460% en abril al 764% en mayo. Te das cuenta que la preocupación del gobierno y de todos en general en el 2022 es el 7,6% de mayo y 33 años atrás en un mes el IPC subió un 300%. Era dramático.

El 12 de junio de 1989​ Alfonsín anunció también el adelanto del traspaso de mando presidencial para el 30 de ese mes, siendo que originalmente debía realizarse el 10 de diciembre. Pero Carlos Menem, que no había sido consultado, no estaba dispuesto y la UCR tuvo que negociar. Finalmente, el 8 de julio de 1989 se realizó el traspaso de mando entre Menem y Alfonsín.

Aldea Beleiro

El 23 de mayo de 1989 trabajaba en la redacción del diario Crónica y el jefe Edy Epstein me pregunta si quería ir a Aldea Beleiro con una delegación de la Policía Federal a participar de la celebración del 25 de Mayo y llevar una carga de donaciones para la comunidad. Dije que sí y me explicó que la delegación local de la Federal son los padrinos de la Escuela 71 y por eso viajaban.

Del diario fui solo, sin fotógrafo y del diario colega, El Patagónico, fue el recordado Raúl Bonilla. Como fotógrafo nos acompañó el gran Teo Nürnberg, el óptico contactólogo Pablo Sanchez y un miembro de la Cruz Roja, filial General Mosconi.

Ese año se conmemoraba el 179 aniversario de la Revolución de Mayo, que por las circunstancias socioeconómicas estaba un poco lejos de las prioridades.

Pero esa recordación “en ese lugar apartado del reconocimiento de todos los que vivimos en las ciudades costeras o en el Valle, es mucho más significativa”, escribía en ese año. “Es aquí donde se descubre lo lindo que es haber nacido en este suelo favorecido por la mano de Dios y no lo reconocemos”.

Escribía entonces: “Aquí, entre el frío, la humedad, la calefacción a leña, la falta de electricidad es donde se respira aire argentino, aire con sabor a Patria”.

“Porque eso es lo que hacen los casi 300 habitantes (en ese entonces), Patria, con mayúsculas”.

Desde el momento en que arribe a ese pueblo “me fui dando cuenta y, al mismo tiempo, emocionando, por ver que aquí (Aldea Beleiro) hay hombres, mujeres y niños que están haciendo mucho más que quejarse de lo caro que esta todo, a qué precio está el dólar o si conviene más invertir en plazo fijo o dólares. Que poca cosa me sentí, y creo que a todos los que me acompañaron les pasó lo mismo. Hay gente que está dejando su vida en este lugar, mostrando al mundo que aquí hay argentinos y nosotros, destruyendo el país a través de la especulación”.

Fui envuelto en ese viaje por una ola de realidad paralela. Había dos países: uno que entró en la vorágine de la economía, de la especulación, del salvarse como sea, y otro que estaba ajeno a todo eso y se preparaba para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo, de la creación de nuestra Patria.

Ese 28 de mayo de 1989 escribía: “Si nosotros ( simples trabajadores) hiciéramos caso omiso a lo que ganamos gracias al aumento del dólar o del plazo fijo, lo pocos que orquestan el descalabro se encontrarían sin respaldo para sembrar el caos y serían puestos en evidencia rápidamente”. En mi descargo digo que era muy joven y todavía me faltaba camino por recorrer.

Celeste y blanco

 Relataba en 1989, mayo, el mes de la Patria, que “A medida que uno se va alejando de Comodoro Rivadavia va descubriendo paulatinamente otro color. Salimos de nuetra ciudad –se había roto el acueducto- sin ver una sola bandera colocada en mástil alguno. Pasamos Sarmiento y llegamos a Río Mayo, donde todos quedamos asombrados del color azul y blanco que lucía el pueblo. Había banderas prácticamente en todas las viviendas, en las calles, en las plazas. En todos lados. Seguimos camino y llegamos a Ricardo Rojas, donde también había sabor a víspera de celebración grande. Arribamos a Aldea Beleiro e inmediatamente nos trasladamos a la Escuela Provincial N° 71, “Policía Federal”.

Para mí fue muy fuerte llegar a la escuela. No pude evitar emocionarme y llorar por la alegría que demotraban esos chicos por nuestra llegada. Fue algo que nunca había experimentado en mi vida y que se volvió a repetir años después en la escuela de Lago Blanco, pero esa es otra historia.

Escribía entonces: “A medida que descendíamos del transporte (de la empresa Giobbi), los chicos fueron dejando sus juegos para abalanzarse sobre nosotros y entre besos y abrazos darnos la bienvenida… una emoción indescriptible”.

“Porque lo que nosotros hacemos diariamente no nos da el tiempo a pensar que hay un pueblo que está defendiendo nuestra soberanía, mientras nosotros (los que vivimos en ciudades) nos sacamos los ojos por un billete de otro país. Y eso nos hace olvidarnos que hay una frontera (en 1991 fue lo de los Hielos Continentales) y un extenso país por habitar. Cuántas veces habremos dicho: “que se joroben, ellos quisieron estar allí” y les damos la espalda”. Lo decía en 1989 y pasados 33 años es muy poco lo que cambió.

Pasó el acto del 25, muy emotivo por cierto. Conque ganas se cantó Aurora y se entonaron las estrofas del Himno Nacional.

Nevada

Luego del acto un asado popular. Fue un día soleado y sin viento, ideal para disfrutar los capones donados por lo ganaderos de la zona hechos al asador. Un verdadero manjar.

Después, apenas oscureció nos acercamos a un boliche donde, a la luz mortecina de una lamparita, jugamos al truco y al pool. A las 22 horas se apagaba el generador eléctrico y no había más luz. Había que ir a dormir. Y lo hacíamos un una hostería llamada Suma Nahuel, ubicada a la entrada del pueblo.

Había una estufa a leña en el centro del pasillo, que de noche se apagaba. Dormíamos tapados por cobertores de cueros de oveja y ni asomábamos la nariz hasta el otro día. El primero que e levantaba tenía que encender la estufa y recién comenzábamos a levantarnos todos.

Fueron dos noches las que estuvimos en Beleiro por una intensa nevada que cayó y eso nos permitió disfrutar uno desayunos increíbles: tazones gigantes de café con leche, pan casero, mermelada y manteca casera. Una delicia.

Hay mucho más para decir, pero la columna tiene un límite y hay que ponerle punto final.

Este viaje, como tantos otros fue inolvidable y lo pude realizar por esta pasión por el periodismo que siento y llevo conmigo hace ya 38 años. Es algo maravilloso y gratificante, más allá de los sinsabores y sapos que uno se ha tenido que comer.

Hay una foto mía tomada en la Escuela el mismo día que llegamos. Me la hizo Teo y fue con un halago que no olvidé jamás. Me dijo: “Es la primera vez que veo un periodista trabajando en terreno el mismo día de su llegada. Te felicito por tu compromiso y tu pasión”. Esa foto esta presente en mi biblioteca. Tengo muchas, pero esa tiene un valor único.

 

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