Joaquín González es un niño fanático del fútbol y,al igual que su padre Jorge, quien juega en la primera división, representa al Club Caleta Córdova. Cada tanto, Joaco se calza la “9” celeste y sale a la cancha a jugar a la par de sus compañeros y rivales en distintos torneos, como en la Liga Municipal de fútbol infantil o el Laterito. A veces de la mano de su papá, otras con la ayuda de un acompañante o del profe, disfruta del deporte que ama y demuestra que no hay límites cuando se trata de pasión.
viernes, 3 de junio de 2022 - 12:01
Por Nicolás Mulet
Joaquín González tiene 12 años y a los 5 era hipoacúsico y empezó a viajar a Buenos Aires, para realizarse análisis y determinar por qué tenía hipoacusia.
Sin embargo, los resultados determinaron que padece mucopolisacaridosis tipo III o enfermedad de Sanfilippo, que no es muy frecuente y los primeros síntomas aparecen entre los 2 y los 6 años, con un deterioro mental y alteraciones del comportamiento y un dismorfismo muy leve. “Es una enfermedad que va a avanzando y va apareciendo cuando es más grande”, sostiene su madre Eliana.
Pese al diagnóstico, su padre, que integraba el plantel de primera de Caleta Córdova, se enteró que iban a arrancar con la escuelita del club. “Hablé con el profe Gaby y le consulté si podía probar, me dijeron que sí, lo llevé y se empezó a adaptar bien. Me gustó que, aparte de hacer todas las terapias, tenga otra distracción y haga otras cosas que a él le gusten”, remarca Jorge.

Y agrega: “Habíamos ido a Petroquímica pero era como que no encajábamos, mientras tanto seguíamos jugando en el pasillo de casa. A veces le pongo una escalera de coordinación, le pongo aros, intento que él lo haga”.
En tanto su madre Eliana, resalta que a Joaco “siempre le gustó jugar al fútbol. La verdad que le encanta, le gusta jugar y estar con sus compañeros. Si bien hay fútbol adaptado, la idea era apostar a que esté con otros nenes, ver cómo se sentía él y sus compañeros, y lo recibieron muy bien”.

El profe Gaby cuenta que “Joaco viene con nosotros desde que arrancamos con la escuelita hace más de 4 años. Entrena cuando puede porque a veces tiene que ir a hacerse estudios a Buenos Aires”. Y detalla que “siempre hablo antes con los organizadores de los torneos para que pueda jugar. Patea penales o tiros libres, le damos la pelota para que tenga más ruedo y roce. Siempre lo sumamos en los partidos, lo integramos”.
Además de asistir a la escuelita de fútbol, dos veces a la semana hace hidroterapia con la profesora Sandra Todoroff y, con un acompañante, también practica natación en el Club Huergo. Asimismo, realiza terapias en el Centro Educativo Terapéutico “Nandhy”.

“La hidroterapia le hace bien para las piernas” y en natación “el año pasado se estuvo acomodando en meterse a la pileta, pero este año está mucho mejor”, dice la madre.
Mientras que, la profesora Sara Todoroff, luego de un partido que jugó Joaco ante Los Duendes Muni 3, explica que trabajan “con su postura, su equilibrio, su locomoción, elongación y relajación de músculos, movimiento articular, la respiración, entre otras cuestiones, buscando mejorar su motricidad y calidad de vida. Me faltaba verlo en acción, ya que ama el futbol y sabía que jugaba en un club. Hoy pude verlo y ver el entorno, que hace que Joaquín pueda hacer futbol”.
“Compartimos los mismos colores, la misma pasión”
Jorge González es futbolista de la primera de Caleta Córdova y ahora retornará a ser ayudante del profe Gaby en la escuelita de fútbol infantil.

“Siempre jugábamos en casa y en un momento dije es hora que vaya a probar a la escuelita. Desde chiquito le inculcaba el fútbol, pero antes lo podía hacer solo, es un loco de la pelota, y ahora con el tema de la enfermedad necesita asistencia, juega conmigo de la mano”, indica.

Y añade que Joaquín “va a los encuentros, se enoja cuando no se la pasan (se ríe). Con solo verlo reír y con que la pase bien, nos sentimos bien con mi familia”.
Joaco también adoptó de su papá la pasión por San Lorenzo y obviamente por el “Merlucero”: “Compartimos los mismos colores, la misma pasión”.
Su madre Eliana, con Emilia en sus brazos, una beba de 7 meses, orgullosa dice: “Nos encanta verlo jugar”.